De pequeña quería ser grande; de grande quiero volver a ser pequeña.
La contradicción de querer ser lo que no podemos, de soñar con el futuro y extrañar el pasado.
Este tema ha dado vueltas por mi mente desde inicios de junio. Lo recuerdo a la perfección porque, en la noche del día del niño, mi hermanita de siete años me dijo algo que me rompió el corazón. Esa noche le estaba cantando una canción para dormir. Natalia Lafourcade. Soledad y el mar. Una elección preciosa, un poco triste, a lo mejor, porque así lo vio ella. Tengo en mi memoria grabado el momento exacto en el que creí haber visto cómo sus ojos se le humedecían mientras le cantaba. Le acababa de decir que, cuando sea grande, se acordaría de cómo su hermana mayor le cantaba antes de dormir. Al principio pensé que solo le brillaban los ojos por cualquier otra razón. Dos segundos después me di cuenta de que estaba llorando, en realidad, pero yo no tenía idea de por qué.
Así que se lo pregunté, y su respuesta fue esta:
No quiero crecer.
El corazón se me rompió en partes desiguales cuando la escuché, justo después de descolocárseme en el pecho. No sabía cómo sentirme al respecto. Que mi hermana pequeña se muestre tan vulnerable conmigo, que se sincere de esa forma, teniendo solo siete años, me parecía de otro mundo, por alguna razón. No recuerdo haber compartido una emoción tan personal con mis padres cuando yo era niña. Aunque, como lo recuerdo, yo sí que quería crecer. De pequeña quería ser grande. Nunca me había planteado ese miedo a crecer porque estaba desesperada por hacerlo.
Supongo que puedo atribuírselo al hecho de que crecí viendo series de Disney Channel como Hannah Montana, Los Hechiceros de Waverly Place, Es tan Raven y demás. Con tan solo cuatro años, estaba en mi cama con un montón de almohadas apiladas, imitando la presentación de Pumpin’ up the party de Hannah Montana, como si fuera una chica en una pijamada con sus amigas, tal y como presentaban esa canción en un concierto que recuerdo haber visto en la tv. Amaba esas series, Quería ser como ellas. Y, para ser como ellas, tenía que crecer. Por eso, de pequeña quería ser grande.
Así que, cuando escuché a mi hermana pequeña decirme que no quería crecer, mi yo de pequeña no pudo empatizar con ella. Pero mi yo de grande sí. Porque yo tampoco quiero crecer. De hecho, quiero lo mismo que quiere ella. Ser pequeña por siempre. Tuve que convencerla de que todo está bien, que no hay razón para tener miedo, pero lo cierto es que a mí también me aterra dejar de ser quien soy ahora.
A ella le aterra que le dejen de gustar las muñecas, a mí me aterra que me dejen de gustar tanto los libros de romance, por darte un ejemplo, aunque me aterran muchas cosas más.
Me aterra que me deje de gustar el mirar comedias románticas con mi mami. Me aterra que no me alcance el tiempo para eso. Me aterra abandonar la escritura. Me aterra que no me alcance el tiempo para eso tampoco. Me aterra que las citas en cafeterías dejen de hacerme así de feliz. Me aterra acabar trabajando en algo que no me gusta, pero que me da el dinero necesario para subsistir. Me aterra que la vida se vuelva más compleja. Me aterra perder a más personas. Me aterra las responsabilidades. Me aterra no ser lo suficientemente capaz de enfrentar la vida adulta.
Me aterra dejar de ser quien soy ahora.
Me aterra convertirme en una desconocida para mí misma.
Mi hermana tiene siete años, pero yo cumplo veintiuno el próximo mes. A ella todavía le quedan algunos años de niñez (y espero que los disfrute tanto como puede). Yo no tengo posibilidad alguna de regresar a ella.
Ojalá pudiera hacerlo. Ojalá pudiera volver a estar saltando en mi cama al ritmo de mis canciones favoritas de la serie que estoy mirando en Disney Channel. Ojalá pudiera volver a estar celebrando mi cumpleaños número cuatro con temática de Hannah Montana y volver a asombrarme con la chica disfrazada de Hannah mientras mi mente de niña se cree que verdaderamente es ella. Ojalá pudiera volver a abrazar a mi abuela paterna. Ojalá pudiera volver a visitar a mi abuela materna y tomar la colada que solo me gusta si la hace ella. Ojalá pudiera volver a estar en los eventos del día de la madre o del padre de mi escuela mientras cantamos alguna canción, para luego entregarles las cartas que hemos hecho con los materiales que ellos han pagado. Ojalá pudiera volver a tener ese grupo de amigas. Ojalá pudiera volver a abrazar a mi perrito Bingo que murió hace un par de años, pero que mi abuela me regaló cuando tenía cinco. Ojalá pudiera volver a ver por primera vez a mi perro Doggie que tiene ya doce años. Ojalá pudiera volver a divertirme con mi tía que tenía tan solo tres años más que yo pero que era como mi hermana, y que no he visto en mucho tiempo. Ojalá pudiera volver a ponerme el overol de uniforme que tenía en primer año. Ojalá pudiera revivir mi primer día de clases. Ojalá pudiera volver a estar llorando por el cerquillo horroroso que me hice sola cuando tenía seis. Ojalá pudiera volver celebrar los cumpleaños de mis amigos en el aula mientras cantamos canciones infantiles sin sentido. Ojalá pudiera volver a emocionarme con mi payaso favorito, ese que estaba en todas nuestras fiestitas. Ojalá pudiera volver a andar en bicicleta en ese parque lleno de árboles que ahora remodelaron y cubrieron de juegos estándares.
Ojalá pudiera volver a ser pequeña, porque no sé cómo ser grande.
A mí también me da miedo crecer, pero justamente el crecer es lo que me ha enseñado que el miedo no se va a ir nunca, que las cosas se hacen con todo y miedo. Es un enredo que solo hace sentido en mi cabeza, pero lo entiendo. Entiendo que es parte de crecer. Entiendo que es ese nuestro ciclo de vida, y que no existe forma alguna en nuestra existencia de evadirlo, de congelar el tiempo y quedamos en ese espacio en el que nos sentimos cómodos. No se puede.
Estoy hecha para crecer, por más que me duela demasiado dejar atrás a esa versión de mí que solía ser. Habrán muchísimas más versiones de mí misma, y cada una de ellas será importante para convertirme en quien quiero ser. En la vida hay que cambiar, amar, equivocarse, amar de nuevo, superar, caerse, levantarse. Crecer, en resumen.
Y, a mi hermana, que no quiere crecer, si algún día lees esto, recuerda que es parte de lo que somos, que si no crecemos, no avanzamos, que no estamos hechos para quedarnos estáticos en nuestra zona de confort. Salimos de ella, exploramos, dejamos atrás las muñecas para empezar a leer libros de aventuras, pasamos de ver caricaturas a ver series de adolescentes que intentan encontrar su lugar en el mundo, hacemos amigos, perdemos amigos, volvemos a hacer amigos, erramos, acertamos.
Sé lo aterrador que es el futuro, pero no hace falta pensar mucho en ello, después de todo. Ni siquiera sabemos con certeza si existimos o no en ese futuro que nos preocupa tanto. Por eso, termino esto aconsejándote que vivas en el presente tanto como puedas. Disfruta de lo que tienes ahora al máximo. Tengas siete o veintiún años. Aprecia el ahora, porque mañana será parte del pasado ya, y no habrá forma alguna de que regrese a ti. No le temas a crecer. Sé consciente de que vas a hacerlo, pero no te apresures. Déjalo ahí alzado en un estante, mientras vives cada minuto de tu vida como si fuera el último.
Ya vendrá el futuro. Ya serás grande. No te queda ni mucho ni poco tiempo. Simplemente te queda tiempo. Aprovéchalo.
Wow! Es algo simplemente excepcional. Gracias por compartirlo, últimamente he estado pensando al respecto y sí, tengo la certeza de que es algo que a TODOS nos aterra. Crecer NO es fácil pero es la manera más linda de conocernos a nosotros mismos a nuestro entorno y a hacer eso que tú estás haciendo, reactivar ese campo de nuestro cerebro que nos permite acceder a nuestra memoria y gracias a Dios la tenemos para recordar siempre de dónde venimos.
Es completamente increíble todo lo que escribes, la manera en la que lo haces siempre me llega de una manera tan especial al corazón. La verdad siempre termino llorando luego de leer tus escritos porque me identifico mucho. Sigue escribiendo y haciendo lo que amas nini, tqm <3